A lo largo de ese recorrido fui comprendiendo la profundidad de los logros que hemos alcanzado en estos años, pero también los desafíos que aún tiene nuestra provincia. Como mujer de la política, conozco las desigualdades y las brechas que persisten porque si algo he hecho en este tiempo es estar en territorio, ver la realidad y escuchar mucho.

Gobernar hoy, como mujeres implica diseñar y poner en marcha políticas urgentes y de corto plazo y -al mismo tiempo-, ser capaces de levantar la mirada para anticipar lo que viene; políticas innovadoras que se animen a cambiar las cosas como se hicieron siempre y a proponer nuevas formas, otras relaciones, otras prácticas.

Implica reconstruir los lazos para cuidar y sostener, con una mirada integral del desarrollo humano y social de nuestros territorios, con una mirada del desarrollo económico integrado al bienestar y a las oportunidades de una vida digna para todas y todos, poniendo a las infancias primero, no como slogan, sino como un acto de humanidad fundamental.

Todo eso implica alentar el diálogo, darle verdaderas chances, construyendo una convivencia social que acepte la diferencia; siendo capaces de escucharnos y de articular intereses diversos y la mayoría de las veces contrapuestos.

Implica también ampliar derechos que reduzcan las desigualdades pero sobre todo, trabajar para que esos derechos que vamos consiguiendo no sean letra muerta de nuevas leyes que nadie conoce y nadie cumple: los derechos son derechos cuando las personas los conocen, los ejercen, los defienden, los viven.

Implica poner el esfuerzo en consolidar nuevas formas de la economía, que atiendan las necesidades del desarrollo de la economía tradicional, pero que también consoliden y den aire a la economía social, la economía circular, la economía que pone el acento en las personas, en la cultura local, en las comunidades.

Implica que el Estado esté presente, que hagamos las cosas bien, honestamente, que nuestras acciones sean buenos ejemplos, planificando estratégicamente lo que viene, anticipando, dando certezas que reduzcan la incertidumbre y promuevan el bienestar de las personas.

Implica reorganizar para sostener la salud colectiva, la salud pública. Repensar la educación de las nuevas generaciones, repensar el trabajo en todas las esferas.

Implica ponerle un freno al neoliberalismo que ha debilitado a la igualdad como valor rector de nuestra sociedad: sin ese acuerdo previo de igualdad, nada es posible.

Implica también, como condición ineludible, ser capaces de habilitar la esperanza.

No somos, no podemos ser, meras administradoras públicas. Como gobernantes nos cabe la responsabilidad de construir colectivamente nuevos horizontes democráticos e igualitarios, de recuperar la confianza, de consolidar liderazgos que orienten: que no nos ganen la indiferencia, la indolencia y la resignación sino que por el contrario, seamos capaces de despertar a muchas nuevas voces que alimenten futuros posibles acá, en nuestras pueblos y ciudades, en nuestras provincias, en nuestra argentina.

Es deber de la política escuchar para transformar. Ése debe ser siempre el punto de partida y es allí donde está y seguirá estando mi compromiso diario con cada una y cada uno de los entrerrianos.

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